miércoles, 4 de marzo de 2009

Mens sana extra corpore sane

Quisiera saber en qué momento dejas de ser tú...para ser la mitad de otro.
Es curioso que todo el mundo se rinda ante el amor. El eterno, el fugaz, el platónico o el desconocido. Pero todos acabamos igual.
Y si todo el mundo, en un momento de su vida, pierde la cabeza locamente por otro ser que también quiere perderla, me pregunto qué es lo que falla para que la final, acabemos encontrándola de nuevo.
Me imagino perfectamente en la piel de uno de esos, y me entra la risa.
Sería tener un diálogo de besugos con tu pensamiento.
Algo así como:
-"Bueno, parece que ya no te hago falta. Has decidido enamorarte de esta persona, así que este es un adiós"
-"Pero, cerebro, ¿Qué haré ahora sin tí?
-"Ahora no dependes de mí, y aunque estuviera contigo no me harías caso. Empezarías a mandarme callar o a mandarme a la porra. Ahora dependes enteramente de ese ser que has escogido"
-"Parece que tienes razón, empiezo a sentirlo. Siempre tienes razón"
-"De esto no me culpes a mí ¿eh? yo suelo hacer las cosas bien. Este es un fallo, y de los gordos, y la culpa de tood esto lo tiene el que te bombea la sangre y a veces te gasta bromas con sus vuelcos."
-"Sí, sí, sí..."
-"¿Me estás escuchando?
-"..."
-"Parece que ya te has despedido de mí. Bueno, me marcho, pero que sepas te va a costar encontrarme, y que cuando quieras buscarme será muy tarde"
-"Si tú lo dices..."
-"Te arrepentirás"
-"Es..¿Es una amenaza? Lo que quiera que estés diciendo, digo".
-"No, es una verdad como un castillo. Lo sabrás cuando lo tengas que saber. Hastaluego."
-"Creí que éste era un adiós"
-"No, creéme que no"
Y punto. Y vemos como se van nuestro cerebro y nuestra sensatez agarraditos de la mano de vacaciones -bien merecidas-.
Y cuando un ser que tampoco tiene cerebro, y al parecer (por fallo, por defecto, o porque viene así de serie) tampoco tiene corazón, tiene que ser tu protector, el que te diga "haz esto, haz lo otro" o "no te conviene que.." se va todo por el desagüe. Literal, porque eso huele a mierda desde hace rato. Pero tu sensatez, que como zorra se callaba mientras elegía el destino de su descanso, no te avisó de que tu también tendrías ques er responsable del otro. Y el barco varea. Tanto que se acaba hundiendo.
Amaneces en una isla desierta, con la resaca -si quieres, la marítima- y piensas cómo has llegado hasta allí, peor no literalmente.
Y caminando, deambulando por la playa de un futuro un poco incierto, un poco lento y patoso, pero que se abre camino como los bebés que empiezan a andar, te encuentras tomando el sol a tu cerebro, en lo que te comenta:
-"¿Cómo fue?"
-"Tú que crees".
-"Ya...sino no estarías aquí, ¿no?"
-"Premio"
-"¿Cómo lo ves?"
-"Negro, muy negro."
-"Tanto tiempo aquí, he acabado cogiendo colorcillo.."
-"Qué graciosillo"
-"Lo siento, pero es que nunca me haces caso."
-"Nunca ¿Cuándo?"
-"Cuando te pasan estas cosas. Tus desprecios ya me los tomo a risa, pero es cierto que un día no me vas a necesitar"
-"Esto sólo me pasó una vez"
-"Y te volverá a pasar. Creéme. Unas cuántas veces hasta que llegue el día"
-"¿Se puede saber de qué hablas?"
-"Hay un momento en la vida de todo cerebro en que...Bueno, te lo explicaré cuando estés preparado"
-"¿Y cuando será eso?
-"Cuando no haga falta que te lo explique".

Y como mal de muchos, consuelo de tontos, la sensatez se apuntó al silencio, a ese silencio que hay después de la tempestad, que algunos confunden con la calma sin saber que es el ojo del huracán.
Y en ese mismo silencio, buscas un salvavidas, algo a lo que agarrarte mientras esperas el próximo tren. Y es cuándo te dices por primera vez -y seguramente, la primera de otras muchas-: "No me volverá a pasar". Pero sabes de sobra, tanto tú, como tu cerebro y tu sensatez, que es mentira. Que es engañarse a uno mismo... Pero también sabes que es sólo un estado temporal, que durará lo que tardes en volverte a enamorar.