martes, 27 de enero de 2009

De lo efímero de la eternidad.

Hay historias que antes de empezar, acaban. Otras que apenas han comenzado y ya les acechan el peor de los finales. Otras en cambio, a pesar de las adversidades se hacen eternas sin darte cuenta. Mi historia, al contrario, es muy diferentes a esas. Mi historia va de esfuerzo y superación, de ir paso a paso tejiendo momentos alegrees en los cuales asentar los cimientos de tu felicidad futura. Mi historia va sobre algo que inevitablemente empezó, y que inevitablemente, acaba. Y con ella, lo que por muchos años consideré que era mi vida.
No me andaré por las ramas. Le conocí, me cayó bien y un día nos vimos. Y nos besamos.
Y empezamos a hablar más y a gustarnos. El resto se puede decir que vino sólo. Yo no fecho con principios ni finales un amor, no me gusta tenerlos marcados, como si fueran un yogur, con fecha de fabricación y fecha de caducación. Para mí, empezó el día que decidí dejar de ser una para ser un NOSOTROS. Para el resto de los mortales, fue un uno de abril.
Todo era maravilloso. Teníamos nuestras discusiones, pero sin duda nos amábamos como nadie. yo sentía que esta vez era la definitiva, pero claro, cuándo no.
Sabes que es la defintiva porque cada vaz que le dices adiós algo de tí se va con él. Porque quisieras regalarle noches en tu cama. Porque sin él te sobra libertad y te falta el respirar.
Y a mí, cuando él no estaba, ni todo el oxígeno de la atmósfera me era suficiente.
Hubiésemos sido perfectos. Y lo digo así, porque efectivamente, no lo éramos. Pero esta vez no hablo de defectos ni incompatibilidades, hablo de algo superior a todo: la distancia.
De vez en cuando un bus soldaba la erosión producida por la perra distancia. Pero ese mismo bus la hacia aún más dolorosa.
El caso es que cuando estaba con él éramos invencibles. Que bonita frase. No nos hacía falta nada ni nadie, nosotros lo podíamos todo. Y hacíamos las noches interminables.
Nos enredábamos el uno en el otro, nos confundíamos, nos fusionábamos. Y con una vez no era bastante. Aunque en realidad, para nosotros nunca era suficiente. Todo era nada y lejos era demasiado lejos. Realmente, creo que le quería. Le quería como el sol quería a la luna. Le necesitaba como el comer. De ahí que a veces le devorase.
Y ves que pasa el tiempo, y en lugar de apaciguarse lo que sientes, ves que crece exponencialmente. Y es tan grande tu deseo que se convierte en ansiedad. Me volví adicta a todo lo que salía de su boca. A sus palabras, a sus besos. Y eso no era bueno para mí, bueno, para NOSOTROS.
Crees que nada más puede asalataros, que habéis pagado vuestro buenos momentos con la dichosa distancia. Pero, un día estaba lejos, y la siguiente, lo estaba aún más.
Y lo que ha unido Dios, no lo separó el hombre, pero lo hicieron los kilómetros.
Y yo sé que esto todavía no ha acabado, pero lo hará.
Porque los mílimetros duelen como si de pequeñas agujas se tratasen. Y sé que el bus seguirá estando ahí. Y su sonrisa. Su perfume.
Pero cuanto más lejos está, más me cuesta respirar.
Y creo que ya estoy empezando a ahogarme...


Espero que entendáis lo que os cuento. Espero que sepáis de este tipo de historias. Porque cuando crees que no puedes estar peor, va el destino y te hace la zancadilla, de la que a veces es difícil recuperarse.
Mi historia no acabó a penas empezar. Ni le sobrevino el peor de los finales.
Mi historia simplemente, se acaba sin acabar.

Por empezar algo que no pudo continuar.

jueves, 22 de enero de 2009

Soliloquia.

Que todos tenemos derecho a la felicidad, eso está claro. Que alguien consiga serlo, es otra cosa.
Pero claro, es que no todo sabemos ser felices. Porque, ¿cómo sabes si eres feliz, si nunca tuviste la oportunidad de serlo? ¿Sabes acaso como conservar la felicidad lo suficiente como para decir "quiero que se pare el tiempo"? Creo que nadie lo sabe, o nadie se lo ha cuestionado.
Para mí, la clave está en el equilibrio. En no excederse ni para bien ni para mal. En vivir el hoy sin acordarse del ayer y sin pensar en el mañana. es cierto que no es fácil, pero nada que merezca la pena lo es.
Quiero decir, para ser felices hay que ser conscientes de una serie de hechos. Primero, que como cualquier cosa, no es para siempre. Segundo, que lleva su tiempo - también como la mayoría de las cosas. Tercero, que no es algo que puedas hacer tú sólo. Ni que tengas que llamar a todo el pueblo para que te ayude.
Tienes que ser selecto. Un gourmet de la vida. Y coger de cada cosa, lo justo y lo bueno. Y con fundamento.
¿Que te gusta leer? Adelante, cómete los libros. Pero no te encierres en la biblioteca. ¿Que te gusta hacer deporte? Estupendo, pero no te vuelvas un vigoréxico. ¿Que no te gusta estudiar? Lo entendendemos, ¿a quién puede gustarle? Pero no te jodas la vida aparcando los libros.
Quiero decir, tenemos que saber cuando empezar y cuando parar. Y sobre todo, con quién estar. Porque los amigos no son para siempre, y ser consciente de ello te ahorrará más de una decepción. Son simbiosis circunstanciales. Tampoco es que predique el "por el interés te quiero Andrés" pero todos sabemos definir que una amistad es "quien ME ayuda, quien está AHí para TODO, que ME aconseja, ME aguanta, ME soporta, sale CONMIGO, escucha MIS PENAS.." ¿Entendéis, no? Una amistad no podría existir sin el conjunto "yo mi me conmigo".
Por eso tienes que elegirlos bien. Los amigos de verdad, esos son los que merecen la pena. Y qué más da si son pocos, mejor, así más amor para ellos. Y tienen que durarte bastante, por lo menos hasta que consigas otros iguales o mejores.
Y la pareja. He aquí la clave de toda la felicidad, o de gran parte de ella. Ni que sea igual, ni que sea totalmente diferente. In medium virtutis est. Las personas que son totalmente predecibles y que les gusta lo que te gusta, hacen lo que haces, están de acuerdo contigo y te lamen el culito no molan. Porque cansan. Cansan y lo que es peor, no representan un reto. La persona que debe estar con nosotros es alguien que nos lleve la contraria, que odie a tu madre, que sorba la sopa, esa que cuando a tí te apetece salir, ella quiera dormir la siesta, que cuando tú quieras comer pizza a ella le apetezca un cocido. Ese tipo de personas con las que no podemos estar, pero que tampoco soportaríamos vivir sin ellas. Esa que por cada vez que llores, te haga reír a carcajadas. Es persona que sea la encargada de mantenerte de pie y no dejar que te caigas. Porque tú serás lo mismo para ella.
Y qué más decir. ¿hace falta algo más? No creo. En eso consiste la felicidad. En que no te sobre nada, pero tampoco echar cosas en falta.

domingo, 11 de enero de 2009

Y se acabó.

Él dijo que se iba. Y ella, que no volviese. El portazo sonó a punto, pero no de los seguidos.
Y sus sollozos como aullidos a la luna.
Por una vez le hizo caso, y no volvió.
Ella pasó las noches esperando frente a la puerta. A veces escuchaba como el vecino venía de madrugada, y confundía el clic de sus llaves con un arrepentimiento envuelto por ramos de flores. Pero nunca era él.
Pasó de dormir en su cama a intentar dormir en un sofá. Y también intentó cocinar sólo para uno. Pensaba siempre en él, pero no se molestó en llamarle. Creía que él sabía que estaba arrepentida.
Él durmió durante una temporada en hostales, hasta que la tarjeta no dio para más. Los días de lluvia en los que gastaban el tiempo en el cine fueron sustituidos por sopas de sobre y por un rotulador rojo que tachaba los días. Pasaba todos los días, a eso de las 5. Y se quedaba mirando al portal. Él nunca tocó el timbre y ella nunca bajó. La primera vez que quedaron fue a esa hora. Él estaba impaciente por verla, y la esperó frente a su casa. Hasta que bajó, sonriente, como un gran sol de verano. Miró hacia los lados, hasta que dirigió la vista la frente y le vio. No mediaron palabra, simplemente se besaron. Y desde entonces supieron que aquello era para siempre.
Pero los "para siempre" no entendieron de sus discusiones, de la falta de detalles, de dejar el amor colgado de un perchero. Se callaban los problemas, formando una espiral irrefrenable de rencor. Renccor, ésa es la palabra.
Pero ni su amor infinito, ni los cafés, las tardes de paseo y el compartir manta pudieron vencerlo.
Él se cansó de esperar, y ella de aguardar.
Una no salió de casa, y el otro no volvió a pisar.
Y todo eso por no saber decir un te quiero a tiempo.

viernes, 9 de enero de 2009

Y a la...un millón...va la vencida (o eso espero)

A todos nos ha pasado. Desear mucho, mucho, mucho, mucho una cosa que sabemos que no se hará realidad. Y fantaseas y te ilusionas.
Pero nunca sucede. Y yo ahora pregunto, ¿Qué hariáis si sucediese?
Pues no os lo creeriáis.
Porque a mi me ha pasado hoy y pensé que estaba soñando.
De esto que dices, joder, ¿se ha parado el tiempo? Te cuesta reaccionar. O te explican claramente lo que ha pasado (o va pasar) o crees que es que tu deseo te ha obsesionado, te ha nublado la mente y sólo ves eso.
Pero no. Porque esta vez es en serio y vamos a toda hostia. Y sin frenos.
Sólo espero que no choquemos por el camino.



Que me da igual todo lo demas y punto.
Que eres lo más grande para mí.
Que mi mundo eres tú.


Y que cojones, que si vienes, me caso contigo. Sin dudarlo (L)

viernes, 2 de enero de 2009

Imaginación al poder, y a lo que no es el poder...

Llego a dormir cuando los demás se despiertan.
Cierro la puerta de mi cuarto. Veo la suave luz de un amanecer todavía por terminar.
Qué largas son las noches en vela.
Bajo las persianas, me gusta tener mi habitación a oscuras. Oscuridad y silencio, qué buena combinación.
Me meto en la cama casi sin darme cuenta, a medio flotar. Me arropo e intento dejar de pensar. ¿Alguna vez lo habéis intentado? Es más difícil de lo que pensaba.
Y no se puede.
Cierro los ojos fuerte para que la oscuridad sea total. Respiro.
Me digo "mañana será otro día", pero luego me di cuenta de que ya era mañana.
A veces intento dormir para olvidar. Sí, dormir. Más barato y menos insano que beber.
Me gusta dormir, cuando puedo hacerlo, claro. Me gusta dormir y sobre todo soñar.
En mi mundo, en mi mente, cuando es la hroa de dormir, me gusta adivinar qué voy a soñar o con qué me gustaría soñar.
A veces sueño con cosas que deseo tener o cosas que quiero hacer.
También sueño con personas. Soñar con personas es bonito.
Es bonito porque puedo imaginar cualquier cosa. Puedo imaginar que estoy con un chico genial, que me invita a cenar, que me dice cosas bonitas, que se quiere casar conmigo, que soy la mujer más bonita del mundo. Puedo imagianr que estoy de vacaciones en la playa con mis amigas y que los camareros intentan ligar con nosotras.
Pero al igual que puedo imaginar cosas bonitas, puedo imaginar otras cosas que no lo son tanto.
La imaginación tiene más poder del que la otorgan.
Y puedo imaginarme con gente que odio, gente que me cae mal o gente que se merece un par de hostias. Y creedme, lo hago. Imaginarse situaciones de ira y furia pensadas en circuito cerrado y elaboradas por especialistas sustituye muy bien las horas que deberían ir al psicólogo y su bolsillo. El circuito cerrado es mi mente y la especialista soy yo.
Entonces, me los imagino delante de mi, a mi merced, y a lo que es peor, a la merced de mi mente. Los tengo delante. Los insulto, pero con elegancia, nunca bajando a su nivel. Los insulto con fuerza y decisión mientras ellos enmudecen ante mis palabras de desprecio. Y además, porque es mi mente y me imagino que no pueden hablar porque se cagan de miedo.
Después de insultarles y dedicar unos minutos a acordarme de sus madres, les doy razones por las cuales no se merecen vivir y voy a "tener que" acabar con esa injusticia. Porque es injusto que personas que me han tratado como a una mierda respiren el mismo aire de los que dejan vivir a los demás en paz.
Y procedo. A veces les pego palizas, con mis manos, con bates o puños americanos. El fin no justifica los medios, por lo que me da igual qué utilizar.
Me gusta verles sufrir como ellos me hicieron sufrir a mí, por eso les apalizo.
Cuando la rabia es grande, les mato de un disparo, les atropello con un coche (y eso que no tenog carnet de conducir) o les clavo un cuchillo en medio de donde debería estar el órgano que bombea sangre.
La verdad es que me quedo bastante agusto y no contengo la rabia porque la pago toda con ellos, por eso sé que es sano.
Pero eso de puertas para dentro; de cara a la realidad, a la gente, fuera de mi cuarto y de mi oscuridad, de mi silencio y mis sábanas, fuera de mi cabeza, me guardo todas esas cosas y saco lo bueno que tengo, mis gestos, mi sonrisa, mis miradas, la simpatía, el buen trato...
Todo lo que deberíamos ser y nadie es, todo lo que deberíamos fingir, todo eso lo hago yo.


Pero sólo de puertas a fuera, a veces me gusta pensar que soy más yo misma...