lunes, 29 de diciembre de 2008

Yo Confieso...

Que sepas que a veces te busco donde sé que no te voy a encontrar. En sitios en los que nunca estarás o en personas que nunca serás. Porque nadie puede ser TÚ. Pero ese es mi peor defecto, estar sola. Porque cuando no estás es cuando más te necesito. Sí, lo sé, soy mala persona. No puedo evitarlo. Pero eso no quita que te quiera. ¿Deslices? Claro que son, incluso patinazos diría yo. Y sé también que si estoy arrepentida no debería repetirlos. Pero lo hago. Ya te dije que era mala persona, no lo puedo evitar. Me sale cuando estoy sola. O cuando voy a estarlo.
Me sale cada vez que me atacan las dudas, o cuando te atacan a tí. Me sale cuando te enfadas, cuando me discutes o cuando siento que me debes una. Cuando siento que no te portas conmigo como me gustaría. Cuando no me devuelves lo que te doy. Pero es lo que tiene ser mala persona.
Tambén me sale cuando no te acuerdas de mí en momentos especiales, porque yo de tí sí. Cuando no te gusta hacer cosas que hacen los enamorados, como dar un paseo o llevarme al cine.
Me sale cuando parece que todo te doy igual, y que en ese todo soy yo lo que menos te importo.
Me sale cuando voy a darte un beso y sin darte cuenta te apartas. Cuando hay a veces que sin darte cuenta también, me contestas mal. Cuando espero una palabra y en lugar de eso oigo un carraspeo. Cuando te miro y tu miras hacia otro lado. Cuando no te gusta que te coja de la mano porque nos podrían ver. Cuando quieres ocultar lo mucho que te quiero. Cuando pretendes tapar con un dedo el abismo que me separa de tí.
Pero a pesar de todo eso, cada día te quiero más. No preguntes por qué.
Pero ahora... no parezco tan mala, ¿verdad?

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Resacas.

De esas que hay por pares los fines de semana, y por miles durante todo un año. De esas de boca seca y dolor de cabeza. De martilleantes arrepentimientos y vagos recuerdos. De lagunas no, de océanos. De noches sin saber donde dormiste o con quién. De dónde dejaste tu ropa interior y de como escapar de lo inevitable. De esas de las que quieres huir pero que te son imprescindibles para olvidar lo que al fin y al cabo, acabas recordando el doble. De esas que huelen a tequila y saben a arcadas. De las de ir diez veces al baño, de las cuales 9 son "por si acaso". De las de querer a todos tus amigos y odiar a los no tan amigos. De las de "juntos para siempre". De "por tí lo que sea, te quiero". De las de me zurro con quien pillo porque tengo ganas de reventar al mundo o porque empujaste sin querer a mi amiga. De las de "beber como muestra de sociabilidad".De las de " no vuelvo a beber jamás" - hasta la siguiente, por lo menos.
De las que odias a muerte. De las de dormir hasta las 3. De las de "me séntó mal la cena".

Resacas. Esas grandes amigas.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Cuánto daño hizo Disney...

Recuerdo que cuando era pequeña, una de las cosas que más me gustaban era ver películas de Disney. Ver todas esas princesas, con sus vestidos preciosos, sus amigos fieles hasta la muerte, la mala malísima que fracasa, y ese príncipe guapísimo y superenamorado que la rescata.
Qué de pamplinas nos meten en la cabeza ya desde pequeñas. Así claro, luego normal que nos llamen paranoicas. Si nos hacen ser unas ilusas desde que estamos en pañales, ¿cómo vamos a afrontar luego las decepciones amorosas? Nosotras no tenemos amigos fieles hasta la muerte, nos suelen dejar en la estacada, nos pegan la puñalada trapera o son ellas las que nos arrebatan el trono como princesas y se largan con nuestro príncipe. No tenemos vestidos preciosos, de esos que si eres fea da igual porque vas bien vestida y punto. Y los malos...ni digamos. A ver cuántas malas personas has visto tú fracasar. ¿Cuántas? ¿Unas...cero? No, porque se lo montan de putísima madre, ellas no sufren por príncipes y hacen lo que quieren. Para eso estamos nosotras, esperando al eterno príncipe que siempre busca una excusa para no tener que levantarse del sofá y venir montado en un coupé. No, nosotras no tenemos de eso.
El príncipe que buscamos hace tiempo que se extinguió -si es que llegó a existir-. Se debió de convertir en rana y no salir de su mutación. Quizá acabó aplastado en una carretera, con la huella de una rueda Michelin en la espalda. Es como si lo viera.
El único príncipe aquí es Felipe, y vete a saber si es azul.

No entiendo qué ganan haciéndonos creer que podemos ser como Cenicienta, y dejaremos de limpiar la casa porque cierto día perdimos un tacón y el superbuenorro del vecino del quinto baja hasta tu piso sólo para devólvertelo, y con la excusa de que es tu número de pie, te pide matrimonio y luego os váis en un cochazo de quitar el hipo.
O que podemos ser como Blancanieves, cuando una zorra envidiosa nos hace la vida imposible hasta que llega el tío más guapo y maravilloso del mundo y con un beso suyo se te quitan todos los males.
O ser como Yasmín, y que te quieran llevar a un "mundo ideal", loco ya le tienes que tener al chaval para que por lo menos quiera pasar 5 minutos seguidos contigo sin desear estar en otro sitio, como ver el fútbol o estar con los amigotes de cañas.
¿Y que me decís de la Bella Durmiente, que la despiertan siempre con un beso? Sinceramente, de esos pocos, porque cuando te besan normalmente están por otra labor...
Y Bella. Que bonita historia esa de encontrar alguien que merezca tanto la pena como para dejarlo todo e irte a vivir con él. Luego claro, no cuentan que Bella tiene que estar para el resto de su vida limpiando el castillo de la Bestia a cambio de que de vez en cuando la lleve al cine o al pasear.
Y la Sirenita...otra que tal baila. Hace lo que hacemos todas, arriesgar, mentir, desobedecer, dejar toda su vida atrás, todo lo que es y ha sido, para irse con un moreno de ojos azules. Y el plan le sale bien a la jodida. Levantad la mano todas aquellas que hicistéis eso alguna vez...y no os hayáis arrepentido.

Ahora a ver quién es el valiente que me vuelve a llamar paranoica sólo porque un tío no me devuelve una perdida o no es capaz de sacarme a pasear porque está cansado.
¿Acaso es mi culpa? Lo dudo, fue de Disney. Disney ha hecho apología del amor romántico, de ese que no se ve, que no existe. Por algo quizá sigan siendo sólo "películas" y a esas historias las llamen CUENTOS de hadas...

jueves, 4 de diciembre de 2008

Efecto Mariposa

De las cosas pequeñas pueden surgir grandes hechos.
Quizás hoy pierdas el autobús. Y tengas que coger el siguiente. Y te pongas nerviosa por llegar tarde, no pares de mirar el reloj y suspires cada dos por tres.
Y entonces alguien se fije en tí, y te pregunta si estás bien con una ligera sonrisa.
Entonces tú le respondes que sí, que sólo llegas tarde a la universidad. Y puede que él se fijara en tus ojos. O en tu forma de apartarte el pelo de la cara. De pasarte la mano por la nuca o de golpear el suelo con el pie nerviosamente.
Y llega tu parada, y le agradeces que se preocupara a modo de despedida. Pero resulta que tu parada es también su parada. Y empieza a hablarte, y te pregunta sobre tu vida, qué haces, a qué te dedicas. Y él te cuenta, te habla de sus ideas, de sus sentimientos, de sus sueños, de lo que quiere hacer. Y todo eso en 5 minutos. Y llega un cruce donde tú tienes que seguir hacia elante y él se desvía hacia la derecha. Y os paráis, y con vosotros el mundo. El tiempo. El espacio dejó de existir desde que bajastéis del bus. Y la gente...bueno, la gente nunca existió desde que él te mirara. Y en un beso acaba tu día y empieza una nueva vida.
Y todo eso por llegar 5 minutos tarde a la parada del bus...

martes, 2 de diciembre de 2008

La inutilidad de las palabras

Os resultará irónico que para explicaros la inutilidad de las palabras las tenga que emplear.
El caso es que voy a hacerlo y así entenderéis lo que esconden mis silencios, o simplemente, cualquier silencio.
Remontémonos 3.000.000 millones de años, si es que nuestra mente es capaz de abarcar esa cifra. Estamos en un planeta totalmente diferente al actual: un clima más duro, más vegetación, antiguas razas de animales que triplican en tamañoa las de hoy en día. Un terreno hostil, austero.
De un árbol desciende un simio. Un simio cuadrípedo, que no ve entre la maleza de la sabana y siente el impulso de elevarse sobre sus patas traseras. Otea el horizonte en busca de comida.
Así nace el bipedismo humano. Comienza a dar un paso, tambaleándose. Da otro, esta vez un poco más seguro. Camina, anda, se sostiene en pie. Y sigue dando pasos.
Detrás, su manada, su grupo, su familia. Se adentran en la sabana. Conocen el peligro y se arriesgan a seguir.
Los árboles escasean, y por lo tanto el alimento. Buscan lo que pueden, y no encuentran nada.
Llegó la selección natural. Llegó el momento de adaptar un sistema digestivo herbívoro a uno con capacidad para tdo tipo de alimentos. Así nace el ser humano omnívoro, que, desesperaro, come, traga, engulle todo lo que encuentra a su paso, si es que lo encuentra.
Tras ponerse de pie y variar sus gustos, llegan los grandes desafíos. Este homínido primigenio es más alto, ya no está tan encorvado y su metabolismo ha cambiado; pero sus crías son más frágiles y dependientes que aquellas que vivían colgadas de los árboles. Al a ver aumentado de altura, el canal de parto de las hembras se estrecha y es necesario un desarrollo de la cría post-parto. Las cosas se empiezan a complicar, parece que 9 meses de gestación no osn suficientes para estos neosimios.
Además de eso, pierden las garras, pierden pelo y sienten la necesidad de cobijarse y tapar sus cuerpos. Surge el hombre de las cavernas, el hombre de Cromagnon y con él la tecnología.
Fuego, caza, pinturas, ritos. Nace la cocina, el arte, la religión. Nuestro homínido parece estar servido.
Pero completadas las necesidades de cobijo, vestimenta, alimentación y seguridad, surge una nueva necesidad: la necesidad de saber cómo relacionarse para obtener lo que uno quiere.
Unos cuantos gemidos son suficientes para querer decir "acércame esto", "es hora de cazar", "tengo hambre", "hace frío", "necesitamos emigrar".
Nuestro homínido se rige por la necesidad para comunicarse. Y con unos cuantos sonidos, emjor dicho, ruidos guturales, parece ser suficiente.
Un día, uno de estos hommos primigenios es capaz de transmitir una idea mediante dibujos, más gemidos y gestos. Nace la mente abstracta. La resolución de problemas, la mente lógica.
Y todo esto por necesidad.
Otro día, un hommo se acerca a una hembra a la que quiere cortejar. Pero ésta no parece entender. Ella vive en la caverna, tejiendo ropas, cuidando de las crías, y manteniendo todo en orden. Parece ser que su mante no ha abstraído tanto como la del macho.
Él insiste, pero ella parece pasar del asunto.
¿Qué hace él? ¿La invita a ver las estrellas? ¿Le trae un ciervo entero para ella? ¿Le trae algo brillante, algo que llame su atención?
No. Nada de eso. Se le ocurre articular sonidos de forma ordenada y limpia, sonidos que antes no parecían haber escuchado. Se le ocurrío hablar. Inventar la palabra.
Se le ocurrió que para obtener lo que quería, para cubrir SU NECESIDAD, debía confundir a su querida hembra. Debería tantearla, intuir lo que pensaba, lo que quería, lo que buscaba.
Y para ello empleó la palabra. Y con ella sus derivados; piropearla, prometerla, mentirla.
Todo esfuerza era poco para conseguir su misión.
Y así, nace la palabra. De la necesidad de "no entenderse", de confundir al contrario para conseguir lo que uno quiere. De lanzarse ataques disfrazados de palabras bonitas, de tantear lo que el otro piensa, otear lo que busca, exprimir hasta no poder más la información obtenida de sus respuestas, gestos, miradas. De lo que el otro también nos oculta, de adivinar lo que está queriendo decir cuando dice algo. De hacer trampas mutuamente.

Ahora, decidme. ¿No hay nada más inútil que las palabras?
Dicen que una imagen vale más que mil palabras.
Yo digo que un silencio vale...creo que me callaré.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Del sentimiento trágico de la vida.

Qué razón tenía aquel que dijo "cuidado con lo que deseas". No tener lo que quieres duele, pero duele aún más tenerlo.
Cuando vamos en búsqueda de aquello que anhelamos, aquello que echamos en falta, que sentimos que tenemos que tener pero que no nos pertenece, parece que somos capaces de todo por conseguirlo, y puedes llegar a sentirte realizado. Realizado porque luchas sin descanso, porque realmente sientes que sirves para algo, que tienes un fin en este mundo. Y también puedes sentirte el mayor idiota del mundo, que es lo que pasa la mayoría de las veces.
Que bonito es decir "me he salido con la mía". Sí. Muy bien. ¿Y ahora qué, figura?
Ahora que lo tienes, ¿Qué haces?
Qué malo es acostumbrarte a lo bueno. Porque la puedes joder pero bien. Y es lo que nos pasa a todos. Sobre todo, con las personas.
Duele mucho estar lejos de alguien y sufrir por él, preguntarte día sí y día también si sentirá lo mismo que tú, o sí solo es una broma del destino, un capricho malintencionado.
Y llega el día -supuestamente, ese día que es "el más feliz de mi vida"- en que esa persona te corresponde, te dice que te quiere, que no había visto unos ojos más bonitos que los tuyos.
Y se te caen las bragas. Y luego pierdes le culo por él, lo das todo, eres tan feliz que quieres que todos se enteren. Pero él no. Y poco a poco se te quita la ilusión. ¿Por qué? Pues porque los detalles son lo importante. Los putos detalles es lo que cuenta, joder.
Y luego le asaltan las dudas, y tú te quedas ausente, huyes del mundo y de la "mala vida" que te tocó vivir. Estás en un constante shock post-"me va a dejar y yo no soy nada sin él".
Pero, ¿Qué pasa? Que en ese tiempo ya no lo es tanto, ya no es ese todo que creías poseer. Y pierdes las sanas costumbres de quererle todo el tiempo y echarle de menos hasta que te duela.
Porque duele, tener lo que querías, lo que tanto te costó conseguir, para que eso mismo te joda diciéndote que "no sé muy bien si te sigo queriendo".
Pero te acostumbras a dejar de hacerle perdidas. A darle ese "tiempo" que te pidió. Pero en realidad, te lo estás dando a tí. Y te das cuenta de que no todo es bonito y encantador.
Y también dejas de ponerle caras sonrientes. De dejarle mails y mensajes hasta que te arden los dedos. De recordarle cada dos minutos que le quieres y que más de dos metros de distancia entre vosotros es estar lejos. Muy lejos.
Y cuando ya piensas que no vuelve, -porque siempre pasa, nunca vuelven- viene. Viene como antes. Viene, pero mejor. Y ¿Ahora qué? Le correspondes, claro. Si te sale. Porque todo ese tiempo has estado buscando a alguien que te hiciera caso, que te dijera lo guapa que eres o que te diese amor recalentado -nunca mejor dicho- durante 5 minutos, ya sea en un cuarto de baño, en el asiento trasero de un coche o en un portal. Porque estás tan cansada, tan sumamante dolida, que te conformas con nada, cuando puedes tenerlo todo.
Te conformas con que te miren, sea quien sea, durante 5 segundos. Aunque sea por pura lujuria.
Te conformas con un "tía buena" o "qué rica estás" cuando lo que quieres oír es un "te quiero" o "no sé por qué no me di cuenta antes de lo que tengo al lado".
Buscas, rebuscas. Buscas tanto que desordenas tu vida. Hasta que te das cuenta de que la has cagado. Y que de tanto buscar, al final, la que ha perdido eres tú.
No es culpa de nadie, es que la vida es así.
Todo se acaba en esta vida, y el "amor" -o lo que quiera que sea eso- también. Pero no porque tú no hayas puesto de tu parte, es que las cosas son así.
Se pueden desgastar de tanto usarlas. O puedes olvidarte de que están ahí.
Hasta que sientes de nuevo que no es tuyo, que YA no es tuyo.
Y vuelves a querer el juguete que tiene tu vecino, sólo porque lo tiene él.
Pero, no hay de que preocuparse. Porque la vida es así.